Cuando las temperaturas superan los 35 o incluso los 40 grados en buena parte de España, la reacción inmediata de muchos es abrir el grifo del agua fría y buscar alivio bajo la ducha. Sin embargo, aunque esta práctica puede parecer refrescante a corto plazo, los expertos advierten que no siempre es beneficiosa para el organismo. De hecho, puede interferir en el mecanismo natural de regulación térmica del cuerpo e incluso representar un riesgo para la salud.

El profesor Adam Taylor, especialista en anatomía de la Universidad de Lancaster (Reino Unido), ha explicado en The Conversation por qué ducharse con agua fría durante episodios de calor extremo puede ser contraproducente. Su análisis se basa en la forma en que el cuerpo humano reacciona ante cambios bruscos de temperatura.

El cuerpo, una máquina con su propio sistema de refrigeración

La temperatura corporal óptima ronda los 37 °C. Para mantener este equilibrio, el organismo cuenta con un sofisticado sistema de autorregulación térmica controlado por el cerebro. Cuando el cuerpo se sobrecalienta, los vasos sanguíneos se dilatan y llevan sangre a la superficie de la piel, permitiendo liberar calor. También entra en juego la sudoración, que representa aproximadamente el 22 % de la pérdida de calor corporal, mientras que el 60 % se disipa a través de la irradiación térmica.

En condiciones de calor extremo, como las que está viviendo España este verano, estos mecanismos naturales se vuelven fundamentales para evitar un golpe de calor, especialmente cuando la temperatura corporal se acerca peligrosamente a los 40 °C.

El efecto contraproducente del agua fría

Una ducha fría puede interrumpir este sistema de enfriamiento natural. “Cuando se expone al frío, los vasos sanguíneos cercanos a la piel se contraen, lo que reduce el flujo sanguíneo a estas áreas”, explica Taylor. Es decir, se bloquea el mecanismo corporal que lleva el calor hacia la superficie para disiparlo. “Básicamente, estás engañando a tu cuerpo, haciéndole creer que necesita conservar el calor en lugar de liberarlo”, señala.

Además, si el agua está especialmente fría (por debajo de los 15 °C), puede desencadenar una respuesta conocida como choque frío, en la que los vasos se contraen de forma abrupta y la presión arterial se eleva súbitamente. Este fenómeno puede ser particularmente peligroso para personas con afecciones cardíacas previas, como enfermedad coronaria, ya que puede causar arritmias o incluso desencadenar una crisis cardíaca.

¿Significa esto que debemos evitar ducharnos para refrescarnos?

No necesariamente. Los expertos recomiendan que el agua esté templada, no fría. Una ducha con agua ligeramente fresca puede ayudar a bajar la temperatura corporal sin interferir con los mecanismos naturales. También es clave mantener una buena hidratación, evitar el ejercicio físico en las horas centrales del día y buscar espacios ventilados o con sombra.

En conclusión, aunque resulte tentador lanzarse al agua helada durante una jornada sofocante, el cuerpo necesita tiempo y condiciones adecuadas para regular su temperatura. Entender cómo funciona ese sistema natural es clave para evitar errores que pueden tener consecuencias para la salud, incluso cuando lo único que buscamos es alivio.